sábado, septiembre 17, 2005

peinando a barbie

tengo una paciencia infinita. trato que no la noten para que no se abusen de mi nobleza, que en realidad es pura debilidad. en esta época, no es cool ser paciente. ni educada, ni culta. son tiempos en los que las marcas pueden todo y las personas, apenas se asoman para dominarlas. espero en la línea de producción de la peluquería. en el turno anterior, una rubia de pelo larguísimo. la peinan y la maquillan porque es la barbie que atiende en la casa de barbie, dos pisos más abajo. escucho a la peluquera que la atiende con cierta emoción, como si estuviera entrevistando a la mismísima barbie, para vanity fair. el peinado demora horas porque hay muchos metros para estirar. pienso que habrá en el hipotálamo de esta chica que habita una casita rosa de cartón en la planta baja del centro comercial. una casita hecha con poca gracia pero pintura rosa en abundancia, una casita hecha para vender la ilusión rosa, la feminidad, lo delicado. pienso en todo el tiempo que pierden estas niñas que habitan el mundo barbie en convertirse en unas auténticas y escuálidas mujeres con el cerebro dañado por el rosa. está comprobado que es un color maléfico que vibra solo para el vacío, que no brinda más que confort rosa, pensamiento rosa, ilusión rosa y estupidez rosa. pero bueno, lo dice la hija de una mujer que odia el rosa desde su más tierna infancia y lo considera antipedagógico. no puedo ser perfecta.