viernes, agosto 01, 2008

otra vez hacia lo imperfecto

cada hueco de su cuerpo es un misterio. cada pómulo, una humorada incompleta, inacabada. someterlo es una tentación, observarlo en su asombro, una obligación. a veces es tan extraño tenerlo en la cabeza que el pelo se desordena y cambia el sentido de los remolinos y la peluquera me observa, impotente, con el cepillo y el secador, sin saber que hacer ni que dirección tomar. cuando lo evoco todo se pone a correr en el sentido contrario. todo se desborda y sale, fuera de la lógica, de la estampa prevista y de la cordura. es un como un hálito de excitación urbana, de misterio nocturno. cada encuentro es raro, extraño y vital. apenas me tropiezo con él y no sé muy bien porque, tengo un imparable deseo de ronronear, lamerlo y apretarlo al mismo tiempo. ¿será un maleficio del invierno, un capricho de noche montevideana, un agujero negro repleto de erotismo y depositado en ningún lugar? después de una charla ritual nos perdemos por la calle para besarnos con violencia y nuestros dedos se estiran para meterse bajo la ropa, como si fuera necesario cerciorarnos de la existencia de la piel, del calor, del latir y del humedecerse del otro. todo es tan fragmentario como el tiempo, como la historia cuando no está en un libro, como si fueran recortes en la memoria de un tipo senil. a veces siento que buceamos en ninguna parte, solo por el hecho de calentar el cuerpo con el roce, de mojar otra vez los labios o el sexo, obligados a reconocer la soledad de los cuerpos, el chasquido de las voces, el barrido de los ojos de uno sobre el otro. ahí estamos, iguales y renovados, impregnados y animados en el silencio, en el vano de la oscuridad, bañados de instintos lúgubres y festivos como dos marionetas independientes, sin los hilos del saltimbanqui, mareados por el desconcierto y la calentura, olvidados como viejos zapatos en un escaparate.