jueves, mayo 11, 2006

delicias de la autogestión amorosa

la miró raro, como a un pescado con piernas. en aquel estado no podía esperar otra cosa de él. nunca una mirada tersa o relajada como la de aquel perro amarillo que la merodeaba al mediodía cuando salía del trabajo. había buscado una puerta, no la de su corazón sino una salida de emergencia para escapar de una relación que tenia el dolor asegurado. había buscado infructuosamente, como el que pierde una llave en una playa, un boquete liberador. esta vez pudo reconocer su error. lo había subestimado. algo que él no se merecía, pero ella lo había hecho, con esa frialdad que las mujeres tenemos a la hora de joder a los hombres. tal vez no le perdonaba el hecho que él trabajara afanosamente en pos de demoler su autoestima con frases sueltas como a veces me pareces tan fea “…para después compensarlo con otras que decían cada día te veo más linda. ese tipo de conducta merecía azotes, empalamiento en la plaza pública, circuncisión sin anestesia hecha por un aprendiz de carnicero. esta conducta merecía el olvido, el olvido sin perdón. entonces se detuvo un instante para mirarlo y entendió que él mismo sería el portador del problema y la solución. como cualquier hombre hambriento que sale a hacer las compras y después se pone a cocinar. sería cuestión de darle tiempo.