martes, noviembre 03, 2009

risa fácil

en el otro rincón de la almohada estaba su enorme cabeza, descansando profundamente. desde un ángulo un poco retorcido se veía como un mandril. era una buena ocasión para revisarle los bolsillos, contar cuantos condones le quedaban, ver si efectivamente andaba con el anillo de matrimonio y descubrir su cara de tonto en algún documento. por primera vez le interesaba saber como se llamaba aquel espécimen de brazos marrones. había pasado bastante tiempo comprobando otras virtudes y había dejado el detalle del nombre olvidado. se habían cruzado cuando ya tenían los ojos rojos y la risa fácil. no habían tenido ningún tipo de conversación previa. no habían tenido el clásico cortejo. simplemente se habían empezado a reír primero en forma suave, después cada vez más escandalosa. uno había caído encima del otro y al rato estaban en un taxi y al rato en una cama que tenía un ventilador en el techo. ahora entraba un tenue resplandor que volvía el cuadro un poco más nítido y le permitía tomar acciones por cuenta propia, con el sonido de su respiración de fondo. era lindo hurgar en el vestuario del otro. hasta el momento que encontró el cuchillo en su vaina, mezclado entre los pantalones. un arma de ciertas dimensiones, con un filo impresionante. el típico cuchillo de campaña que llevaría cualquier soldado a la selva. entonces sacó suavemente la mano del bolsillo y la usó para agarrar su ropa. se deslizó en puntillas hacia la puerta. los zapatos, se los calzó en el descanso de la escalera. caminó unas cuadras y se tomó el tren. en dos paradas se bajó y compró el diario. se metió en el café y pidió dos bizcochitos de crema. detrás de unas nubes que acompañaron la salida del sol se vislumbraba un día brillante. siguió su camino concentrada en nuevos pensamientos. la ciudad sería bastante grande para no cruzárselo nunca más.

domingo, octubre 25, 2009

d.c.

en la mesa de enfrente tres indios jóvenes, de estilos diferentes. el más viejo y feo habla por teléfono con entusiasmo. probablemente este haciendo negocios. el de la pancita se acaba todas las donuts que existen en el negocio y el otro, el guapo que tiene el pelo con un corte moderno y unos lentecitos fashion, lo festeja. no tienen demasiados rasgos en común pero apostaría que son familia. así como esa madre que se pasea por el hall del aeropuerto, no tiene más de 45 años y lleva a un hijo adolescente de la mano. no me queda claro si el chico es retardado o el simple hecho de ser paseado por su madre como si lo fuera le genera esa imagen extraña. una mujer latina con tres hijos espera en la puerta de salida del aeropuerto, en una mesita del bar, desde hace algunas horas. a veces habla con su hijo mayor y no puede contener las lágrimas. a veces, la ira la invade. el niño, que tiene unos once años, contiene a los demás para que no la estorben. los tres tienen alturas y edades parecidas pero el niño de los lentes es el que trabaja como soporte en ese equipo. la mujer es bella, joven y tiene los ojos rojos. su niña es igualita, con una cascada de rizos que le caen encima de la cara. la madre repite algunas cosas del hombre que la engaño. se enjuaga los ojos una y otra vez mientras fija la mirada en el horizonte, por donde aparecen los que desembarcan de los aviones, un policía en bicicleta vestido de amarillo, viejitas con sus carrie-on. la empleada del puesto de donuts se marcha a casa. queda otro chico en su lugar, otro chico de rasgos malayos. en los aeropuertos domésticos la gente tiene un aspecto más relajado. yo misma estoy en pijamas a pesar que atravesare el continente de aquí a un rato. aquí las mujeres policías son, generalmente, negras. usan los peinados más audaces de la administración publica. broches, pañuelos, trencitas, laciados, permanentes y combinaciones de todo lo demás. las unicas mujeres que parecen seguras, en esta sociedad, son las que portan armas.

viernes, octubre 16, 2009

dejame morirme de lo que me gusta

flotamos en el aburrimiento de la sala de embarque. algunos miran una carrera mediocre de autos de turismo por la televisión. otros chatean con algun amigo o pariente. un novio llama a la novia por teléfono. una mujer lee un capítulo más de una de esas sagas románticas que se venden en los supermercados. exploro un granito que me salió bajo el mentón. un intruso duro y rebelde, poco dispuesto a ser desalojado. en una silla de ruedas viene una señora muy arreglada, abrazada de dos cartones de cigarrillos malboro ligths. ella tiene algunos problemas para desplazarse, “ cierta edad”, anteojos y un motivo para seguir viviendo : sus cigarrillos sin impuestos. con una gran tranquilidad dispone las acciones de sus acompañantes. estos se van a re-chequear los tickets aereos, a buscarle unas mentas al quiosco, a cambiar un poco de dinero para tener cambio, etc. el capitán es un tipo bastante elegante. espera, en un costado, que se habilite el ingreso al avión. la señora de la silla gira para poder tener bajo su control las acciones de su sequito. es una reina, una suerte de queen elizabeth pero a los setenta y seis años. aparece su nuera que es tan vieja o está tan desgastada como la suegra. por la sala circula un nerd con aire de estar perdido, algo que por supuesto no es cierto. nuestra heroína sigue a cargo de todos en la sala, sin soltar su tesoro de tabaco y sustancias anexas y desconocidas. en estas epocas del mensaje saludable, su postura es realmente subversiva. ahora se levanta de la silla y camina hasta el baño, con su hijo del brazo. tiene el empaque de una dama de la nobleza. la emperatriz de la nicotina dispone del tiempo, del espacio y elige, en justo derecho, su forma favorita de morir.

martes, octubre 06, 2009

a espaldas del hombre infiel

esperaba recibir señales de su existencia. señales parecidas a los senderos de hojas de tilo que dejan los duendes en el bosque, para que otros encuentren el camino al almendro más poblado. a veces la espera se convertía en una sucesión enorme de tiempos vacíos que utilizaba para vivir y dedicarse a cosas triviales. algunas veces se encontraba con algunos sujetos sencillos de esos que usan camisa azul claro o con algún viejo beatnik para rememorar antiguos revolcones. seguía al pie de la letra los dictados de aquel absurdo manual de instrucciones para hombres infieles que había encontrado alguna vez en un librero de piriápolis, una fórmula para evitar los grandes sufrimientos en el amor. una fórmula que obligaba a no llorar frente a los ojos del infiel. más que un manual, era un tratado de sadomasoquismo disfrazado de dignidad femenina. a ella, le había gustado ser indigna más de una vez. había estado compartiendo algunas cosas con el hombre pollo, meses después de dejar de ver al hombre ratón. el vampiro había resultado un ser delicado que aullaba a veces como un coyote en la soledad del desierto. aquella escena era conmovedora en el cine pero un poco apesadumbrante en la vida real. aquella noche tuvo un viaje a 1984, también un bar, también un hombre de pelo negro. no era lo mismo, el frío calaba los huesos, la ciudad no se presentaba muy segura, pero había algo en común. un ataque de desesperación. igual que aquella noche que fundó una amistad poderosa, sacó a la calle al hombre herido y caminaron por un buen rato con alguna excusa . cuando le pidió una mano, para abrigarlo con su guante, se dio cuenta que no lo conocía. nunca habia mirado esas manos. no se acordaba de haberle visto los pies. la sorprendió el largo de sus dedos, pensó, con inocencia, que habían crecido en los últimos minutos de la charla, como pasa con el pasto después de la lluvia. el nuevo desconocido volvió a gustarle. aun cuando estaba aterido y aplastado por las circunstancias adversas, se esforzaba por ser galante. evitó meterlo a su cama y arroparlo y darle lugar a la fantasía típica de la niña que sube un gato a un sillón y el gato se sienta y segundos después, salta hacia otro lugar

viernes, septiembre 11, 2009

dos martinis

mientras giraban torpemente por la pista él intentó hacer un comentario con gracia y dejó al descubierto su inmensa estupidez. ella cerró los ojos y rezó porque no la pisara. la música era realmente horrible. participar de aquella danza no tenía ninguna explicación, o quizás dos martinis de explicación y nada más que hacer en toda la noche. por un momento recordó aquella regla de oro que la obligaba a descartar a los tipos altos de cualquier actividad danzante. Los pies suyos giraban exactamente con la misma torpeza del comienzo de la canción, ahora acostumbrados a la mediocridad absoluta. ella sorteaba obstáculos y trataba de grabar cada una de las obviedades que su compañero iba soltando, con una letanía que imaginaba seductora. ajena al espectáculo que estaban brindando, se dejó apretar torpemente por la cintura y asintió con la cabeza cuando le pareció que su monólogo requería de un estímulo para continuar. la orquesta arremetió con una seguidilla de canciones maravillosas interpretadas de manera atroz. su compañero intentó coreografiás de lambada en el medio de un tema con reminiscencias de bossa nova. en determinado momento empezó a sentir calor. su camisa verde agua era sintética y sacaba chispas por la fricción. ella tenía una bata liviana, de batista con corte oriental que empezaba a inundarse por el cuerpo pegado del otro. lo animó para salir de la pista y él la acompañó y la miró fijamente con aspecto de matador. todo era reverendamente absurdo. aquel muchacho sudado tratando de impresionarla con sus comentarios infantiles. la copa de martini vacía. la mirada de reprobación de los vecinos de mesa que habían venido en familia con la abuela y un tarro de fichas del casino. el mozo que circulaba con copas con las más inverosímiles combinaciones de licores de colores y saludaba a los clientes como si fueran parientes. la gran tormenta que se desataba tras el ventanal.

jueves, agosto 20, 2009

la breve y triste historia del mal amante

después de un tiempo de riguroso estudio había empezado a entender cual podría ser un buen amante y cual no, tan sólo con mirarlos un ratito. en los últimos tiempos, se había dado cuenta que existían casos irrecuperables, aun siendo muy jóvenes. existen hombres incapaces de aprender nada en el terreno de la motricidad fina y eso, es una de las claves para la técnica y la inspiración amatoria. existe un porcentaje muy elevado de hombres incapaces de aprender nada con una mujer a la que quieren seducir y en lo posible, abandonar en un plazo corto. existe un elevado número de hombres incapaces orgánicos. hay un elevadísimo número de hombres que no podrían ni siquiera reflexionar un minuto sobre toda esta cuestión. porque en el fondo, prefieren vivir con el fantasma de que son malos en la cama y no pasar nunca por al terreno de la comprobación. mentime que me gusta. así funcionan las cosas en el libre mercado del amor. ese nicho lo atienden las profesionales que, para eso están. para fingir orgasmos y reunir billetes. todo sea por conservar la autoestima de nuestros machos intacta. también hay más de una desesperada capaz de quedarse con el clavo con tal que las amigas no digan que "está sola". otras mujeres, nos ganamos el título de frígidas simplemente porque no nos gustan los ineptos. la buena fama de los fontaneros no es en vano. y eso que su trabajo no se caracteriza por estar rodeado de buenos aromas. existen casos extraños pero en el fondo abundantes. un hombre que es un excelente seductor y un besador calificado. pero es incapaz de mover un pie en una pista de baile y pelando una papa podría llegar a hacerse un corte del tamaño de la falla de san andrés. bueno, con esa manualidad limitada no podrá nunca destaparse como un buen acariciador, esta totalmente descartado de la lista de los diez mejores. a veces es triste pensar como dejamos a un novio sin darle una explicación muy concreta solo para no destrozarle el corazón. si nos ven en brazos del fontanero, tal vez esto despierte sospechas pero igual seguirán pensando : siempre fue una perra.

martes, julio 28, 2009

soy un baby boomer

soy un baby boomer. ¿ sabés lo que es ? claro, sos la consecuencia de un fenómeno demográfico. no sé porqué, pero te amo. creo que es un mérito un poco pequeño.¿ vos sabés quién soy yo ? no. me llamo julio. pero mi madre insiste en decirme julio césar. bueno, es un nombre con un pasado más o menos histórico. si, claro. soy pintor. ¿en serio no me conocés ? no, lo lamento. para mi solo sos el baby boomer. yo imparto masters...¿entendés ? puedo enseñar a pintar un cuadro en cinco horas y la persona se va con el cuadro para su casa. no cobro poco, doscientos dólares. es una noche serena. junto al fuego conversan un grupo de amigos. nos sirven un platillo con carne y papas, excelente. es un buen momento para dejar de tomar vino. veo que los pies empiezan a arrastrarse hacia la alfombra del living, alguien intenta dominar un ipod, el baile está por comenzar. el baby boomer se siente tentado. ¿fumas? no. se va sólo a fumar con un alguien más. es el momento perfecto para escurrirme. me encuentro con estrella, nos sacamos las botas. ella llama al novio, que ya está durmiendo. conversamos un poco más. aparece un viejo conocido y nos mostramos los pies. en la pista de baile se sacuden una decena de cuarentones en pantuflas. un gordito pelado bailotea con gracia mientras sonríe con el máximo de sus dientes. my sharona, fever night y alguna de michael, por supuesto. es el mejor sitio para estar. después me entero que se trata de un sicólogo. en la pista, no parecemos nada más que gente con ganas de despeinarse. misteriosamente hay un número apreciable de hombres danzantes. menos el baby boomer que volvió a su asiento y me mira de reojo. espera con un novedoso aire de impaciencia. no lo miro. ni lo registro, el sonido va mejorando, ahora es una pista de 1979. nos sacudimos mucho más. gracias quincy jones por todos los favores recibidos. nos damos un paseo por la mesa de los postres. al entrar en el comedor escucho una orden: quedate acá conmigo . alguien, que piensa que soy su perro, no puede entender que ha sido borrado. me ataca una sordera parcial localizada. me voy a visitar la torta de chocolate.

domingo, mayo 31, 2009

totalmente salvaje

al fin y al cabo, tenía claro que era un vándalo. a veces no parecía, pero no había que engañarse. podrían pasar los años, las circunstancias podrían cambiar e incluso el pelo podría llenársele de canas. ni el tiempo, ni el espacio, ni olvidarlo, ni recordarlo iban a cambiar su esencia. su discurso sonaba encantador y era muy pocas veces cruel, como pasa casi siempre con los hombres tiernos. si hacía daño era sin intención. tenía todas sus energías destructoras puestas muy lejos de su cuerpo. más allá de los extraños encuentros que manteníamos en los restos de aquella ciudad incendiada por la desidia. la violencia quedaba muy lejos de su discurso, sus anécdotas y sus razonamientos creativos. a veces resultaba sorprendentemente civilizado. pero al distraerse, daba algunas pistas de su verdadera personalidad. era un poco retraído, mínimamente tímido y con una predisposición a seducir a pesar de la resistencia de la otra parte. una se imaginaba que era un hermano menor en una familia de gente más bien líder, dominantes entre los que él había encontrado su espacio moviéndose en el territorio de la dulzura y la suavidad. en el fondo, era peor que todos esos cabecillas juntos y acumulaba más energía que cualquiera de los que circulaban por la vida con las mejillas y los ojos inyectados en sangre cerrando las puertas a golpes y amenazando a los demás con suculentos ataques de ira. era una sombra aquel jueves de mayo, en una esquina un poco oscura. era una silueta recortada que pude reconocer al instante. quizás estaba un poco más gordo, con la cara un poco más de adulto, con ropajes más gruesos por el frio de mayo. no pude distinguir el gesto del rostro pero me alcanzó ver muy poco para imaginar el resto. era un demonio recién salido de la jaula, sediento de sangre, enredado entre la multitud. abandonado en el medio de la maraña se distendía tras la batalla perdida en la tribuna y en la cancha.

martes, abril 28, 2009

romance y cacahuates

tenía los movimientos de un ratón, lo detectó apenas estuvieron en la mesa y se sentaron uno frente al otro. en el centro, había un pote de maníes pelados y él no pudo resistirlos. subió sus dos manitas delanteras al pecho y comenzó a engullir. “estoy muerto de hambre”, argumentó con las mejillas algo rojas de pudor. ella vio como se le fruncía la naricita y le dio un poco de ternura. era tan blanco que se asemejaba a un hámster, como los que había tenido de niña en una jaula, dale que dale todo el día girando en una ruedita de alambre grueso pintado de rojo. ella miró en la carta una tabla de quesos y la sugirió como una picada, antes del plato principal. apenas llegó, él tuvo otro pequeño ataque de ansiedad roedora. entonces ella se sonrió con todos sus dientes espectaculares, para distender un poco. el hombre-ratón apenas pudo registrarla con sus ojos redonditos y rojizos y siguió llenándose la panza. la panera se vaciaba al instante y no había mozo capaz de correr y mantenerla llena. si bien se veía flaco, tenía una incipiente panza que se iba agrandando a medida que pasaba el tiempo. estaba recién divorciado, quizás extrañaba una madriguera tibia con docenas de bichitos con su misma trompa. toda una comunidad de mineritos había quedado sin progenitor. ella trato de ponerse, por un segundo en su lugar. esto de las citas a ciegas no era para él. ella pensó que en caso que la noche se fuera poniendo íntima sus medias correrían el riesgo de ser mordisqueadas y picadas en pequeños trocitos. sus planes eróticos trataban de adaptarse a la extraña situación, mientras su cita no paraba de comer. la última vez que lo miró de reojo, para que no se sintiera incómodo, estaba limpiando los huesos del asado con los dientes delanteros. trató de imaginarse la casa de soltero de un hombre-ratón pero él, como si pudiera leer sus pensamientos, la paró en seco: “estoy en lo de mamá”. con esa frase todo se rompió, como un espejo que te deja con siete años de desgracia.

miércoles, abril 15, 2009

la santísima trinidad

estoy revisando, revisando casi todo. abriendo los cajones de la mente, los cajones de madera, los de metal, los del cuerpo, los de la memoria. para hacerlo, dejo que el tiempo se me vaya quedando vacío y simplemente espero frente a una taza de café. una de esas negrísimas que tomo en el pequeño paraíso de manteles rojos en el que aterrizo cada día. en ese edén donde siempre hay algún maravilloso tocando, cantando o hasta actuando en un show con una peluca que todos le podemos perdonar. en el jazz todos son hermosos, no solamente norah jones o miles davis. todos son hermosos, aun cuando envejecen y se niegan o se resisten al deterioro de los humanos. así son los inmortales. cuando quieres estar cerca de ellos, no hay más que disponer el cuerpo y dejar que te ataquen con su arte. si el jazz los hace los inmortales, el blues los hace divinos. estábamos desayunando con mi padre el domingo y me confesó que, a sus ochenta y dos años, logra escribir acompañado por la escucha obsesiva de b.b.king. no me extraña, le dije. b.b king es lo más parecido que he visto a dios. lo vi dos veces sin que esa sensación hermosa disminuyera ni un momento. estoy absolutamente segura que él es dios, stevie ray vaughan su hijo dilecto y si es necesaria una santísima trinidad, entonces ahí estará albert king, porque no. ¿podría tener algo mejor estar vivo para enterarse de todo esto? no lo creo. hay algo infinito, interminable en el placer que te brindan los inmortales y los divinos, algo que no se borra como se borran los besos sobre la piel cuando hay otra piel. algo que no se escapa como el cuerpo de aquel que dejamos escapar. algo que no se altera, no se envejece ni se envilece ni se degrada como el palpitar inocente de una nueva conquista. es algo que siempre esta tibio, luminoso y dispuesto. como esa sonrisa, un tanto socarrona, que nos acompañara algún día a todos los devotos a la tumba.

miércoles, abril 08, 2009

la cofradía del espanto

es un inesperado emporio de la belleza urbana. podríamos considerarlo como la capital de la hermosura perdida, la gracia olvidada y la lozanía extraviada por el tiempo y los sufrimientos de la vida. un espacio que, a todas luces se ve esperpéntico. tiene un techo atestado de piolas de las que penden muñecos de pasta que representan brujas montadas en escobas y en el centro del salón hay un árbol de navidad de plástico, dorado pretensioso y horripilante. el personal está compuesto por una serie de funcionarias barrigonas en chancletas y una dueña que intenta parecerse a brigitte nielsen pero con unas medidas bien desfavorables. ella transporta toda su abundante carne comprimida en un enterito de color blanco y tiene el pelo decolorado y pinchudo. la única bella de todo el lugar está oculta bajo una melena pajiza consagrada al arte del secador de pelo. me hace acordar al personaje de piel de asno. está oculta de la envidia del resto del personal y especialmente de la colección de adefesios que componen la clientela del salón. están la falsa rubia de la remerita corta, la panza flácida a la vista y unos tacos vertiginosos, la fea a la que se le ve la faja y la flaca de rostro triste que viene a teñirse las canas como si esto mejorara un poco su desolada estampa. no es un negocio de precios bajos, tampoco un centro famoso por hacer milagros diurnos con las clientas, está bien ubicado y tiene clientela si bien toda su estampa se contradice con su objetivo: salón de belleza. me pregunto, en el medio del desorden reinante, quien habrá sido el siniestro decorador que instaló espejos de tamaño natural en forma de triángulos que se alzan como filosas espadas en el medio del lugar y quien fue capaz de colocar un pedestal patinado en blanco y dorado que tiene al loro encima, felizmente enjaulado.