domingo, enero 15, 2006

siempre hay un aguafiestas

trescientos kilómetros bajo lluvia. trescientos kilómetros hacia el sur este, en la dirección del viento, a pleno día con el parabrisas plateado de tantas gotas que impactan y se van a refrescar el radiador. alternamos música y conversación. nos comportamos como si el día estuviera perfecto y el verano de sol y playa garantizados. lo único que importó fue que la aduana no retuviera las dos cajas de vino ni revisara compulsivamente las demás existencias gastronómicas del auto. a salvo el champagne, a salvo la mostaza dijon, nadie capturará las alcaparras. pasamos por el microclima de solís y la lluvia para, se vislumbra un día claro, el cielo despejado. en pan de azúcar vuelve a nublarse, en san carlos directamente llueve. la vera del camino esta infestada de vacas enormes, negras y marrones sin manchas. ahora esta infestada de palmeras y vacas. la tierra del bife. no hay personas en el campo. no hay autos en la ruta. pero siempre están las vacas. es un paraíso de carne. un insulto solapado a cualquier vegetariano de ley. de esos que siempre han querido destacar en algo sin lograrlo. entonces, renuncian a la carne. ahora podrán torturar a los demás. “no, no como carne “ y con esa simple frase se hacen de la lástima del resto de los mortales. una lástima que pronto se transforma en rabia porque en el medio del asado familiar hay que salir a buscarle acelga al infeliz, porque esta haciendo una disección malintencionada de la pascualina de la abuela – ¿ que tiene de malo si la vieja le fríe un poco de panceta entre la verdura ? – y ahora todo el mundo a sentirse culpable, a dejar que los chorizos se enfríen porque no llega la papa para el pelotudo, el vegetariano. vaya modo de sobresalir.