domingo, julio 03, 2005

memoria de adriana

se sentó en la camilla y escuchó el diagnóstico. mientras el médico describía los pasos de su ocaso sexual su cabeza recorría otro tipo de paisajes. baños de noctilucas a la luz de la luna, la primera vez que vio anémonas de cerca, el gusto de aquella cucharada de ambrosía . el cuadro deprimente que pintaba el doctor con detalle y placer, con una especie de puntillismo cargado de fatalismo masculino, no era un brueghel, tal vez a ella le sonaba más bien como un picasso. mientras ella volaba en la cabina de una maseratti azul metalizada en una autopista que no tenía tréboles sino rosas maduras, cargadas de pétalos perfumados. el galeno entonces mencionaba con letanía un periodo de gracia, una suerte de etapa de despedida en la que la mujer se despide de su vida sexual más intensa con bombos y platillos. un aumento del deseo sexual y del placer que anteceden la menopausia. una superproducción de hormonas que genera el mismo interés sexual de un macho a los dieciséis años. ese era el cuadro final, una especie de caravaggio. antes de cerrar la puerta del consultorio oyó el consejo de médico : disfrutá. tenia que devolver el libro de gombrich en la biblioteca pero tomó otra ruta. pasó por un mayorista de condones y hizo un acopio de medidas comerciales. tomó el teléfono y adelantó la cita con la depiladora . no se dio un tiempo para pensar, ni siquiera se detuvo un instante para entender lo que había escuchado. no sabía si sentirse abrumada o aliviada por la noticia.