atravesamos un bosque tropical con manglares y nos fuimos alejando del asfalto y la gran carretera a bordo de un mercedes amarillo. la conversación latosa de mi anfitrión, un español con botas tejanas, me aburría por demás por lo que me centré en observar el camino. pasamos un peaje sin pagar, sólo con un saludo de mano. un cartel anunciaba la academia el mástil y el ingreso a las marinas, siempre en dirección al virginia key. tomamos hacia el lado contrario donde sólo había camino polvoriento con árboles altísimos. cuando aterrizamos en jimbo’s estaba sonando zappa en la rockola, eran las tres de la tarde del domingo y un vietnamita sesentón, con un cap verde oliva, bailoteaba alucinado con una flaca contemporánea, tatuada, de pelo largo y look hipposo. Los dos se movían, acompasados y suspendidos, en el medio de una nube personal de ácido en la que solo ellos estaban incluidos. junto a la cancha de bochas, además de los parroquianos, estaba la heladera con cervezas de a dólar. un sonriente muchacho que nos ofreció pescado ahumado como único menú. el dueño, jimbo, charlaba con otros clientes detrás de la barra mientras les vendía cebo de pesca. de fondo, los restos de la escenografía de flipper, una suerte de aldea seudo-balinesa pintada de colores fuertes con un vw estacionado enfrente y decorado a tono. a nuestros pies, el pequeño muelle con lanchas .
2 comentarios:
esto me da ganas de escribir.
a mi me dan ganas de tomar cerveza, puede hacer click en el link del titulo y viajar directamente al paraiso de Jimbo y ver las fotos del lugar y sus visitantes. no sera como la experiencia de estar, pero puede ser interesante
Publicar un comentario