en general acosaba a la gente que estaba en la esquina de la calle 24 y las gaviotas o en alguna otra parada del ómnibus que va hasta la barra. evidentemente se trataba de un turista, nadie lo había registrado en los fríos y desolados inviernos del balneario. no podría determinar que grado de retraso mental tenía pero distaba un poco de lo que llaman “normal”. como el clásico turista esteño vestía bermudas color blanco o beige, camisa de manga corta y zapatos claros acordonados con calcetines blancos. en la cabeza llevaba uno de esos sombreritos clásicos de lona claros que ahora están de moda pero que en aquella época solo usaban los viejos o los freaks. presenciar su breve e indeleble acto era una experiencia estética y aterradora. cuando nadie lo estaba mirando, emitía un aullido potente que mezclaba el golpe de un violento choque de autos con los posteriores gritos de las supuestas victimas, todo eso en un lapso de seis o siete segundos. después se alejaba riéndose a carcajadas con su enorme bocota, frotándose las manitos con satisfacción, mientras la gente trataba en vano, recuperarse del susto.
2 comentarios:
que no se nos escape el hecho estético y, sobre todo la posibilidad de ser parte de él (digo yo, mientras sostengo una okebon). Y, en definitiva, cada uno se divierte como quiere o puede.
"la frenada " era como una montaña rusa involuntaria y gratuita !!!! no podia despertar mas que admiracion y espanto
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