que divinas...siempre me las confundo. al muerto le gustaba cascarla. no lo hacía todos los días pero algunas veces, cuando se tomaba algo medio fuerte y ella se ponía especialmente molesta él la zarandeaba un poco. ella era una auténtica perra, lo es hasta el dia de hoy porque perra se nace. su voz era como un certificado de falsificación a la vista. su discurso bolchevique no se lo podía creer nadie. pero estaba buena y eso le bastaba al muerto para acarrerar con ella y cuando se cansaba, moverla un poco. el muerto era un tipo con carácter, un carácter de esos famosos por lo jodido, si quieren que hable claro. nadie puede asegurar si a ella le gustaban los golpes pero seguro que sabía como adobar la situación, con su existencia en falsete, para que el muerto se pusiera a punto y le diera una piña en el ojo. eso fue lo que pasó aquella noche en que se habían encontrado con el cantante, un buen amigo de él, un tipo sensible y asmático, frágil como pocos y nada adepto a las escenas de pugilato. pero bueno, el destino lo puso ahí, para que intentara separarlos y de paso se ligara algún manotazo destemplado de ella, hecha pura uña y traición. además recibía alguna grosería que el muerto pronunciada por lo bajo, porque hay que consignar que además de pendenciero se destacaba por lo pequeño. y así subieron la calle cuareim, al costado del palacio santos, a los gritos como personajes del bajo después de una noche de copas, a los manotazos como a la salida del estadio. ella con un ojo negro, incapaz de llorar. el muerto irritado al extremo vociferando todo tipo de puteadas para los dos y el pobre bardo envuelto en su sempiterna bufanda, totalmente desconsolado.
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