mientras te enjabonaba la espalda, me di cuenta que no te amaba. ya no tenia ganas de refregar mi pecho a tus omóplatos, como en otros tiempos y bajar y subir contra la línea de tu columna resbalosa. tampoco me daban ganas de abrazarte, como antes y cruzar mis piernas alrededor de tu tórax peludo y negro. entonces, repetí el ritual de la misma forma que siempre, para que no sospecharas nada. pero se me hizo largo y nada placentero. desee que entrara alguno de nuestros sirvientes con el teléfono y una llamada para ti, servida en bandeja o que alguno de tus hijos se asomara para darte un beso. pero nada nos interrumpió esa tarde. cuando el baño terminó y me calcé las sandalias, sentí una voz que gritaba “ corre “ pero me quedé quieta, en el almohadón de siempre, entre tus otras esposas, como si nada hubiera pasado.
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