viernes, julio 08, 2005

a la hora del almuerzo

se abrió la puerta y entró una liliputiense. una dulce ancianita con un tapadito de pelo de camello, unos primorosos zapatitos marrones de taco con una delicada hebilla y unas ondas adorables en el pelo. es una cliente frecuente del lugar, las mozas le sonríen y la reverencian. es absolutamente encantadora, sus ojos brillan como su dorada bijouterie. el vaso de agua, el azucarero, todos son más grandes que su rostro. ni hablar del inmenso plato de risotto que ahora tiene por delante. ella podría usar ese plato, de piscina y reeditar el éxito de escuela de sirenas, ahora en versión senior.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La última vez que mengué, decidí sumergirme en una botella de licor de lagarto; te emborrachas enseguida y puedes tirarle al bicho de la cola, pero sin acritud. Con cariño, vaya. Y cabalgar con él a través de llanuras líquidas.

Anónimo dijo...

Hola, te invito a recorrer las páginas de poesía que configuran mi blog-revista a la que desde ya te doy la bienvenida. Espero la disfrutes.
Saludos,

Adrián dijo...

Debe tener una casita y nietos que la abrazan con cuidado, temerosos de apretujarla.

Rebecca Milans dijo...

sospecho que son nietecitos, chiquitos como fosforos