cuando cerre la puerta, el murcielago ya se habia marchado. prendi las luces del comedor y deje a rita lee hacer estruendo desde un disco en vivo. revise una serie de diarios viejos que habitan en el canasto de las piñas, junto a la estufa principal. revise la heladera. despues arrastre la valija hasta mi cuarto, escaleras arriba. si bien el verano esta corriendo, aun no llegaron las golondrinas que anidan en mi cabecera. y si estan, esta noche no se las escucha. seguramente esperaran a los primeros dias de enero para recibir parientes y hacer escandalosas clases de vuelo a las nueve de la mañana. esta fresco y el aire que sube desde el mar hacia la cima del cerro esta limpido. baje para apagar las luces y me cruce con el fauno que se arrodilla entre los palos de las sombrillas, como si yo no fuera a distinguir, en la osucuridad sus muslos enrulados y sus pezuñas. entre los vasos encontre un libro desconocido aun, el diario de la guerra del cerdo de bioy casares, ahora me lo devorare en la cama. estaba ahi, mezclado con tantos diaros - la especialidad de ese mueble consiste en atesorar todo tipo de diarios - pero destacaba por una mancha de excremento de murcielago o de pajaro en la tapa, ellos aman esa casa en el invierno. tambien las arañas se movilizan cuando la invadimos en verano, con tantos amigos y tantas botellas y brindis y comilonas y musica y bebes y a veces amantes y a veces artistas y tanto estruendo se lleva a los habitantes permanentes a un breve exilio en el monte. el silencio es inmenso asi que me quedo leyendo hasta que aparezca el primer rayo intruso, del sol.
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