jueves, marzo 03, 2005

estoy bien

en las sesiones del grupo nos tratamos por el nombre de pila. nunca sabemos el apellido o condición del que se sienta a nuestro lado. eso me gusta porque uno puede concentrarse en las cosas que importan durante las reuniones de los martes y los jueves. este es un grupo no demasiado popular. nos encontramos en un bar, por lo que podrán deducir que no somos alcohólicos. nos coordina una adicta recuperada. es una mujer muy atractiva y simpática que no impone distancia sino que nos ayuda a seguir nuestro manual de diez pasos. me gusta mucho cuando nos damos la mano en el grupo, cuando nos abrazamos y cuando decimos nuestra oración de la serenidad. como el personaje de el club de la pelea, he asistido a muchas clases de grupos, desde grupos privados llenos de conchetos, vicepresidentes en ejercicio y otro tipo de celebridades a modestos grupos de parroquia de barrio. en algunas oportunidades hice dos grupos diferentes para encadenar la salida de dos adicciones al mismo tiempo y por supuesto que tuve mis logros, por algunos meses. durante un largo tiempo acudí a un grupo en el que había un hombre que me gustaba, si bien el grupo no trataba ninguna de mis adicciones. el hombre me gustaba tanto que dejé de ir al grupo que estaba en el mismo colegio, del otro lado del pasillo, donde yo atendía mi auténtica adicción. cada semana veía sus progresos y me enteraba de sus más profundas intimidades, como le iba en la cama con la mujer, como se sentía cuando lo atacaba la ira, como lo discriminaban en el trabajo y que estaba sintiendo en la medida que podía estar sobrio. al principio me sentaba frente a él para que viera mis ojos, porque todos dicen que son muy bellos. él me miraba, pero como un adicto mira a otro adicto dentro del grupo, con una mirada solidaria. en el correr de las actividades, me las ingenié para que me dieran las lecturas del grupo porque mi voz aterciopelada podía ser un buen elemento de seducción. pero el motivo de mis desvelos siguió indiferente mientras los otros dos hombres me mandaban miradas y comentarios babosos con frecuencia. un día me senté junto a él, después de varias semanas de entrar en confianza. tenía puesta mi musculosa blanca con tiritas que me da un aspecto delicado y vulnerable de niñita, además me había puesto unos toques de un perfume japonés con nota de sandía. cuando empecé a hablar quebré la voz y lloré. inmediatamente sentí el abrazo cálido y rosado de la gorda que se sentaba atrás que se me tiró en palomita al primer moqueo. él solo me acarició la cabeza en ese momento y se enredó el dedo con uno de los broches del pelo. a pesar de este fracaso yo seguía convencida que tarde o temprano las cosas iban a funcionar con aquel hombre que manejaba un camión de reparto por la zona de la unión. pero él dejó el grupo y poco a poco yo también. al tiempo reconocí que me estaba haciendo adicta a las reuniones de grupo y como no existía un grupo que tratara ese tema, decidí fundarlo, basada en mi experiencia y en la de dos compañeros a los que había descubierto haciendo trayectos contradictorios similares. ahora coordino este grupo en mis ratos libres, mientras sigo asistiendo a los grupos que tratan mis otras, antiguas, adicciones, pero voy solo para ver a los amigos.

5 comentarios:

Adrián dijo...

estás muy muy bien. La imagen de la gorda volando en palomita, en cámara lenta, me atormenta. Qué grupo me conviene?

Rebecca Milans dijo...

bueno, en general recomiendo empezar por uno de obesos, quizas hacer una pasadita por uno de fumadores y después visitar el de ludópatas. si esta de muy buen animo y quiere sentirse un ganador, vaya a uno de esos de " hombres o mujeres que aman demasiado "

Rebecca Milans dijo...

también hay un grupo de adictos al chat y otro de adictos a las tele compras pero son un poco angustiantes

Anónimo dijo...

Qué buen cuento, me ha dejado (casi) sin palabras

Rebecca Milans dijo...

JGJ que honor tenerte de visita por aqui, gracias