a las siete de la mañana a nadie parece importarle mucho que hacen los demás. este es un asunto que constaté hace años y que no ha sufrido ningún cambio. la mañana es un espacio franco para hacer cualquier cosa, en cualquier parte del mundo. tal vez, esa hora tenga algún certificado de impunidad no declarado, no impreso, pero vigente. aquí estoy, aburrida y sentada frente al único charco de la ciudad que recuerdo. un espejo de agua permanente aun en los días que no llueve. es el charco de la entrada a la terminal de barcos en el puerto. en la fachada del edificio antiguo y banco por donde entran y salen los pasajeros. he salpicado el contenido de ese charco más de una oportunidad en auto, una vez lo fotografié y ahora, en esta solitaria y húmeda mañana de abril espero que el sol entibie el agua para hundirme y nadar un rato.
3 comentarios:
Eso nos pasa a los matutinos, que nos empeñamos en despertar tempranísimo. A cambio, gozamos de esos minutos u horas de soledad deliciosa.
Qué bello. Y qué simple. Quizás por la sencillez es que se me hace tan bello este texto.
es cierto noemi, hay un espacio casi tan misterioso como la noche y es la primera luz del día para nosotros, los diurnos. gracias JGJ por el mimo, algun dia conseguiré que ese charco sea declarado patrimonio de la ciudad es bellisimo y en él se reflejan las formas de un lindisimo edificio y unos trozos de cielo muy bellos
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