jueves, mayo 30, 2013

en aquel balneario

el pequeño quiosco brilla solitario en la panza oscura de la noche. apartado de todo, flamea desolado mientras espera que pase algún alma desesperada por una cajita de cigarrillos, un mínimo encendedor, un paquete de chicles. en el interior, dos mujeres se prueban un hula-hula de plástico coreano e intentan mover el contorno hasta el infinito. prueban una vez, otra vez, entre risas. la danza imposible sucede en medio de las chucherías, los llaveros de patita de conejo, las gomitas fluorescentes para el pelo. una y otra vez levantan el aro y empiezan la cuenta...uno, dos...¡ puta! dos ojos de vidrio observan la escena. los porta la comadreja embalsamada que aguarda expectante en uno de los aparadores. su presencia allí se debe al olvido de un viajante que intentó conquistar, con tan singular regalo a su mujer corneada tantas veces. varias semanas pasaron y el bicho se fue acostumbrando a estar en el sitio, al punto de no ser percibido. sus pelos pegoteados con barniz náutico siguen como el primer día, apenas intervenidos por el polvo. las garras sugeridas por el taxidermista, presentan la vivacidad y la fiereza del animal en un mal momento. no es cualquier comadreja, es una que defendió su nido hasta la muerte. no es cualquier bicho, es un madre abnegada. la última frontera a cruzar que tendrían esos huevos. más que un animal, es la representación de una heroína en cuatro patas. sostenida apenas por una tablita pintada de marrón emerge una figura que es capaz de comerse el mundo con sus afilados colmillos. una alegoría que podría competir con la loba de rómulo y remo. los días pasan y la polilla sigue haciendo valientemente su tarea. masticar con pertinaz insistencia cada pedazo del relleno, sin que nadie lo note. mientras esta silenciosa acción se lleva a cabo, suenan las voces animadas de las dos mujeres. son dos caderas alegres que se contonean y regresan, poco a poco, a la niñez.

1 comentario:

Rafael dijo...

Me gusta lo que escribes, Felicitaciones!