para aquella familia, cenar una mascota en navidad era lo más natural del mundo. el pequeño y variopinto zoológico en el fondo de la casa, se podía convertir, rápidamente, en granja de engorde y centro de faena clandestina de fauna protegida. el adorable conejito pompón, regalado en reyes a las niñas y manoseado hasta el cansancio, podía encontrarse un año después, en versión adulta, sumergido en la cacerola en compañía de papas y perejil. la elegante pareja de faisanes, pico y paca, que había engalanado con su presencia la colección, podía perfectamente ser rellenada con trufas y transportada en una vulgar asadera. aquella mulita, que inclusive había estado en dos clases de la escuela, para que los niños citadinos aprendieran a respetar nuestra fauna autóctona, se convertía en un manjar para regar con vino en una reunión de amigos. federico, el diminuto ganso que acompañaba cual perro faldero a la menor a hacer los mandados al almacén y era la atracción de la cuadra tuvo la mala idea de enfermarse del granito y fue el único capaz de dejar la faz de la tierra sin lucir en el cuero, condimento alguno. el inolvidable carpincho pancho, que bailaba el pericón con el tío bernardo, que lo había criado desde chiquito en el campo y había animado por años las fiestas familiares, fue motivo de un pantagruélico asado con más invitados que lo habitual. nunca me olvidaré cuando llegamos al ultimo día de clase en sexto año y la abuela de mi amiga la gorda apareció con aquel regalo maravilloso para cada uno de sus nietos. pollos de colores, teñidos de furioso verde ó violeta. yo entendía que en mi casa nadie me regalaría un pollo gracias a un prejuicio sustentado en la mala opinión de mis padres sobre el desempeño intelectual de los plumíferos de gallinero. pero pese a ese razonamiento y justificación, cuando vi los tesoros que mis vecinas acarreaban de arriba a abajo, sentí que mi vida podría ser mucho mejor con un pollo verde. cuando los días pasaron empezamos a enterarnos como iban muriendo los pollos de los primos, los violetas perecieron primero hasta que la parca se llevó también a los ejemplares verdes dejando, después de unos meses a un solo ejemplar : la polla laura. fue pasando el tiempo y laura mantuvo su chapa de superviviente a la barbarie fashion que había diezmado a los demás miembros de su familia. ella era un símbolo – al menos para mí – de la resistencia femenina al caprichoso dictado de la moda. como polla joven, laura era blanca. ni rastro de su pasado verde y escandaloso. si bien había animales nuevos en el fondo, laura aún era llamada por su nombre y compartía jaula con algunas otras especies pacíficas que habían llegado a la casa recientemente. confieso que, a la luz de su pasado doloroso, tenia la esperanza que laura pudiera convertirse algún día en adulta y así llegar a vieja después de una larga y productiva vida, caminado oronda, al trote, por el pedregullo rojo. pero a ella le cabían las generales de la ley y si bien sobrevivió a la navidad y al año nuevo, sin casi enterarse de la gravedad de estas fechas hubo un cumpleaños en julio que se la llevó definitivamente. mi amiga me dijo que ese día ella no comió, pero yo, no le creí.
3 comentarios:
Who killed Bambi?
lo hacia en brasil sig, sambando con las garotas y resulta que ahora aparece con este planteo existencial digno de " el pozo " usted es un desafio permanente vicious !
Hay que evitar las mascotas comestibles. Eso y la propiedad privada son la base de nuestra civilización.
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